sexoral Academy

  • 10 Olvidemos la lógica del punto G

    Hablemos ahora del punto G, mejor dicho, de por qué debemos suprimirlo.

    El conducto de la uretra parte de la vejiga y recorre unos cinco centímetros hasta el orificio uretral. La función de la uretra es principalmente permitir la salida de la orina. La uretra está envuelta por un anillo esponjoso de tejido eréctil, conocido como corpus spongiosum, donde se concentra el flujo sanguíneo con la excitación sexual y que protege la uretra de la fricción durante la penetración. Esta zona de tejido esponjoso es el archifamoso punto G, así bautizado en 1944 por el doctor Ernst Grafenberg, quien lo describió como “una zona de sensaciones erógenas… localizada a lo largo de la superficie suburetral de la pared vaginal anterior”. Lo que Kinsey observó en términos profanos fue lo siguiente: “La mayoría de las mujeres que experimentaban cierta respuesta tenían la sensibilidad limitada en un punto determinado, en la mayoría de los casos la zona superior de la pared de la vagina, justo debajo de la antesala vaginal”. A pesar de tanto bombo como se le ha dado, puede que el punto G no sea más que las raíces del clítoris, que se entrecruzan en el cuerpo esponjoso de la uretra.

    Aunque sensible a la estimulación, pero sin tantas terminaciones nerviosas como el glande clitorídeo, el punto G responde generalmente a una presión más persistente. No es extraño que alguna mujer sienta una necesidad fugaz de orinar al recibir estimulación en esta zona.

    Se ha hablado mucho de la diferencia entre el orgasmo clitorídeo y el orgasmo del punto G, y son muchos los que afirman que este último es el responsable del orgasmo vaginal. El alboroto estalló con la publicación en 1982 de The G Spot, de Alice Kahn Ladas, Beverly Whipple y John Perry. Visto retrospectivamente, cabe argumentar que el único logro de este libro fue el de situar el sobrevalorado orgasmo vaginal en un contexto más amplio, así como introducir el concepto de eyaculación femenina. El libro causó una gran sensación; la existencia del punto G encajaba a la perfección en el discurso sexual, reforzaba la penetración y le otorgaba una nueva razón de ser. ¿Esto es revolucionario o es reaccionario?

    Como ya mencionamos anteriormente, la idea de orgasmo vaginal “maduro” frente a orgasmo clitorídeo “inmaduro” era para empezar una falsedad difundida por Freud, perpetuada por sus seguidores y reformulada luego en términos sensacionalistas en forma de punto G. Y aunque el tejido esponjoso de la uretra está unido al techo vaginal, se considera una parte más del clítoris y no una zona independiente de la vagina destinada al placer. El orgasmo del punto G, como todos los orgasmos femeninos, es un orgasmo clitorídeo; forma parte de la misma región erógena. En este sentido, cuando abordemos las distintas técnicas incluidas en la Segunda parte de este libro, romperemos radicalmente con la literatura erótica tradicional al referirnos a la región normalmente conocida como punto G como “nódulo clitorídeo”, un término que expresa de un modo más sencillo y exacto su función anatómica y sexual.

  • 11 Cuando se pone a llover: la eyaculación femenina

    El punto G se considera también la fuente de la eyaculación femenina, otro motivo de controversia. ¿De verdad eyacula la mujer? La respuesta es sí, aunque no lo hace de un modo tan explosivo como el hombre. La eyaculación femenina parece ser más una excepción que una regla. Lo cierto es que en torno a este concepto ha surgido toda una industria que incluye una amplia gama de libros, cintas de vídeo y cursos en los que se urge a las mujeres a descubrir y a dominar su potencial eyaculatorio. Pero en mitad de tanto jaleo hay que tener en cuenta que el reflejo del orgasmo forma parte del sistema nervioso autónomo; se trata de una respuesta involuntaria ajena al control de la mente. Esa momentánea sensación de “intemporalidad” que sentimos cuando alcanzamos el punto sin retorno es la expresión de la liberación de la tensión y parte integrante del goce que produce el éxtasis sexual; no debe confundirse con ejercicios de control mental que pueden llevar a una mujer a expulsar una pequeña cantidad de fluido, pero que no mejoran cualitativamente la experiencia del orgasmo, y en última instancia incluso pueden impedirlo.

    ¿De dónde surge la eyaculación femenina? Todo depende de a qué tipo de emisión nos estemos refiriendo. El fluido que en ocasiones se libera como parte natural del reflejo orgásmico involuntario parece originarse en la región de tejido esponjoso que rodea la uretra y que comprende pequeñas glándulas parauretrales. Dos de las más grandes reciben el nombre de glándulas de Skene y se sitúan cerca del orificio uretral. Ciertos estudios afirman que el fluido producido por estas glándulas es en realidad orina. Sin embargo, la analítica ha revelado que estas glándulas producen un fluido alcalino de color claro y composición muy similar al que produce la próstata masculina, lo que ha dado pábulo a la creencia aún más controvertida de que existe una próstata femenina. Lo cierto es que hasta 1880 estas glándulas parauretrales recibían sencillamente el nombre de “próstatas”. En definitiva, el fluido que surge de ellas no es orina.

    [DIBUJO Sección transversal de la anatomía femenina output_page-076.jpg]

    Ahora bien, el líquido que se expulsa como resultado de la contracción consciente de los músculos pélvicos bien puede proceder de la vejiga y contener por tanto orina. También parece ser que las mujeres que aprenden a eyacular conscientemente producen una cantidad de fluido superior a las que lo emiten de forma involuntaria, lo que refuerza la idea de que la orina podría contribuir al volumen total de la eyaculación. Otro asunto de interés es que, según se recoge en entrevistas a mujeres capaces de eyacular de manera voluntaria, este proceso es independiente de la excitación sexual y no necesariamente intensifica el placer del orgasmo, mientras que las que eyaculan involuntariamente son incapaces de distinguir el orgasmo de la eyaculación y con frecuencia ni siquiera son conscientes de haber eyaculado.

    En conjunto, no parece que la eyaculación, voluntaria o involuntaria, intensifique el placer del orgasmo.

    Para eso más vale que la mujer practique los ejercicios de Kegel y fortalezca la musculatura del suelo pélvico, porque eso sí se sabe que mejora la calidad de las contracciones orgásmicas.

  • 12 Humedad relativa

    La vagina es vital para el proceso reproductor, como canal del parto, receptáculo del esperma y conducto para la expulsión de la sangre menstrual, pero no lo es para el placer.

    En ausencia de excitación sexual, la vagina es un tubo comprimido, de unos doce centímetros de longitud, compuesto de músculos y revestido de membranas mucosas no muy distintas de las que cubren nuestra boca. En estado de excitación sexual la vagina se dilata y se abre para alojar al pene, aumenta varios centímetros a lo ancho y a lo largo, creando así lo que Masters y Johnson denominan el efecto “globo”. Entretanto, el tercio exterior de la vagina se estrecha y se tensa a medida que las partes del clítoris que allí se localizan se llenan de sangre; esta compresión produce un “puño clitorídeo” que estimula el orgasmo masculino al presionar y frotar el pene.

    En las prácticas sexuales taoístas, las secreciones vaginales se consideran una parte esencial del Ying femenino, una libación que tiene que ser saboreada para alcanzar la armonía entre el Ying y el Yang y que recibe el nombre de “flor de luna”.

    La vagina empieza normalmente a lubricar al poco tiempo de la estimulación; produce unas gotas de sudor que a veces reciben el nombre de transpiración vaginal. Inmediatamente debajo de la antesala vaginal se encuentran los conductos que conectan las glándulas vulvovaginales, donde se segrega un fluido espeso que en combinación con la transpiración vaginal contribuye a lubricar la antesala de la vagina.

    Como veremos más adelante en la sección dedicada a los prolegómenos, la lubricación es una parte muy importante del proceso de excitación, pero en modo alguno puede considerarse como un indicador inequívoco de excitación sexual femenina. Puede haber lubricación sin necesidad de excitación. Estas secreciones son el modo natural con el que la vagina se protege de bacterias externas. También al contrario, la mujer puede excitarse mucho sin lubricar necesariamente.

    La capacidad de la mujer para lubricar depende de diversos factores, por ejemplo su nivel de estrógenos, su dieta y el estrés, por citar tan sólo algunos. Y mientras que la lubricación se relaciona con el proceso de excitación sexual y desempeña una importante función en la actividad posterior, determinar si la mujer está preparada depende de distintos factores y es en última instancia un arte más que una ciencia.

    Ahora que ya conocemos las distintas partes del clítoris, tanto externas como internas, veamos con más atención cómo se relacionan y combinan durante el proceso de respuesta sexual.

    Una vez más recurrimos a Strunk y White: “Antes de abordar una composición es preciso calibrar la naturaleza y la amplitud de la empresa, y elaborar un esquema adecuado… No te lances a ciegas…, podrías confundir los árboles con el bosque y el esfuerzo sería agotador”.

    Resumen de las dieciocho partes del clítoris

    En The Clitoral Truth, Rebecca Chalker identifica las dieciocho partes del clítoris a partir de los estudios de la Federación de Centros de Salud de Mujeres Feministas. Ofrecemos aquí una versión abreviada. (No te dejes abrumar por lo extenso de la lista; en la Segunda parte de este libro nos ocuparemos más ampliamente de todos los puntos calientes, uno por uno, y no tardarás en tenerlos en la punta de la lengua).

    1. La comisura anterior (el punto donde los labios mayores se encuentran en la base del monte de Venus).

    2. El glande (o cabeza).

    3. Los labios menores o labios internos.

    4. La capucha del clítoris.

    5. El frenillo (el punto donde los bordes externos de los labios menores se unen justo por debajo del glande).

    6. La horquilla (el punto donde los labios menores se unen por debajo de la antesala vaginal).

    7. El himen, o sus restos, visible justo en el interior de la antesala vaginal.

    8. El tronco (o caña) del clítoris, que une el glande con las piernas. 9. Las piernas del clítoris, dos extensiones de tejido eréctil en forma de espoleta.

    10. Los cuerpos cavernosos, dos protuberancias de tejido esponjoso y eréctil.

    11. La esponja uretral o punto G (unida al techo de la vagina).

    12. Las glándulas parauretrales: glándulas de la próstata femenina, que producen la eyaculación.

    13. Las glándulas vulvovaginales, que expulsan una pequeña cantidad de lubricante.

    14. La esponja perineal, una densa red de vasos sanguíneos situada bajo el perineo.

    15. Los músculos del suelo pélvico.

    16. Los músculos isquiocavernosos y bulbocavernosos.

    17. El nervio pudendo o nervio genital complejo, que transporta los mensajes a lo largo de la espina dorsal, entre el cerebro y el clítoris. Chalker rebautizó esta zona del clítoris con un término más preciso y exento de las connotaciones vergonzantes del original latino. El «pudor» es para este autor, como para muchos otros, un concepto anticuado y propio de otros tiempos.

    18. Los vasos sanguíneos, que aumentan la cantidad de flujo en la región pélvica y llenan los tejidos eréctiles, haciendo que éstos se inflen.

  • 13 Aristóteles y la poética de la excitación sexual

    Una vez establecidos los fundamentos pasaremos a discutir la estructura de la trama, que es lo primero y lo principal.

    Han pasado dos mil quinientos años desde que el filósofo griego Aristóteles esbozara en su atemporal Poética los elementos básicos de la tragedia griega y buena parte de lo que hoy entendemos por esencia de la narración.

    El proceso de excitación sexual, como una gran obra literaria, posee una estructura propia, una narración que consta de planteamiento, nudo y desenlace, donde cada uno de los elementos ocupa su lugar natural en el conjunto de la secuencia narrativa. Las zonas de la red clitorídea descritas en los capítulos anteriores son como los personajes de una obra de teatro, que interactúan o entran y salen de escena según las claves del texto.

    Aristóteles subrayó la importancia de la trama: la llamada a la acción que pone en marcha una serie de acontecimientos para desplegarlos cronológicamente en una secuencia unitaria y orgánica; la fuerza motriz que se opone al caos y gobierna la disposición de las escenas; la estructura que confiere orden y sentido a las distintas partes de la narración y las entreteje en un todo organizado (“con un planteamiento, un nudo y un desenlace”). Lo principal es la estructuración de los hechos. Si uno se elimina o se sitúa donde no corresponde, el conjunto se verá alterado y perderá su conexión.

    Cuerpo y mente son llamados a la acción en el drama de la excitación sexual; la tensión crece hasta alcanzar una cumbre, el clímax, al que sucede la relajación. Masters y Johnson bautizaron esta secuencia como “ciclo de respuesta sexual”, mientras que otros estudiosos del sexo, como Beverly Whipple y Barry Komisaruk lo han denominado “proceso orgásmico”; sin embargo, todos ellos han descrito cómo se desarrolla una serie de acontecimientos que parecen responder a una pauta casi establecida, de tal modo que el éxito de una etapa depende de la ejecución satisfactoria de la fase anterior. Masters y Johnson dividen el proceso de respuesta sexual en cuatro fases: excitación, plataforma, orgasmo y resolución. La estimulación rítmica y regular permite construir cada fase sobre la anterior para crear y liberar la tensión sexual.

    En la Segunda parte de este libro, concretamente en la sección dedicada a las técnicas específicas, nos referiremos al ciclo de respuesta sexual que engloba a su vez tres fases diferenciadas: los prolegómenos, el nudo argumental y el desenlace.

    Con esta idea en mente, pasemos sin más a ofrecer un resumen de cómo se genera la respuesta sexual.

  • 14 Resumen de la respuesta sexual femenina

    ACTO PRIMERO. LOS PROLEGÓMENOS: LA LLAMADA A LA ACCIÓN

    Los prolegómenos activan cuerpo y mente hacia la respuesta sexual.

    • Docenas de hormonas y de sustancias químicas se liberan en el torrente sanguíneo para que, en palabras de Theresa L. y M.D. Crenshaw, autora del libro The Alchemy of Love and Lust, la mujer sienta un “colocón emocional”.
    • El flujo sanguíneo se concentra en la región pélvica; las terminaciones nerviosas de la región genital se activan, y la sangre se acumula en el tejido eréctil.
    • La piel se vuelve extremadamente sensible al tacto en todo el cuerpo.
    • Los pechos aumentan de tamaño y la estimulación de los pezones propicia la producción de oxitocina, una hormona que genera placenteras sensaciones en toda el área genital.
    • A medida que el fluido de los vasos sanguíneos atraviesa las paredes de la vagina, las glándulas vulvovaginales segregan pequeñas cantidades de un fluido denso que actúa como lubricante.
    • El glande del clítoris sale de su capucha.

    ACTO SEGUNDO. EL NUDO ARGUMENTAL: TENSIÓN Y LIBERACIÓN

    • La tensión muscular se extiende a todo el cuerpo; la respiración se acelera, la sangre bombea con fuerza y se intensifica el ritmo cardiaco.
    • La entrada de la vagina se estrecha al tiempo que sus zonas más profundas se ensanchan y aumentan al menos cinco centímetros su longitud.
    • El tronco, las piernas y los cuerpos cavernosos del clítoris se tensan, estiran y alargan.
    • El tejido esponjoso del nódulo clitorídeo se hincha, y su protuberancia se percibe claramente en el techo vaginal.
    • Los músculos isquiocavernosos se tensan y hacen que el glande del clítoris, extremadamente sensible, se oculte bajo su capuchón, donde permanecerá hasta el momento del orgasmo.
    • Los músculos bulbocavernosos, situados entre el útero y los labios menores, se tensan en los extremos, involucrando al útero en el proceso de respuesta y el clímax sexual.

    A medida que la acción se desarrolla:

    • La piel cobra un tono sonrosado y la respiración se vuelve más profunda.
    • El ritmo cardíaco se eleva notablemente y el cuerpo entero se congestiona.
    • Los labios menores cambian de color, oscureciéndose con la concentración de flujo sanguíneo.

    Durante el proceso de excitación la sangre se concentra en el tejido eréctil, lo que provoca que el glande del clítoris casi duplique su tamaño.

    Por último, toda la tensión muscular acumulada explota en el momento del orgasmo, acompañado de una rápida secuencia de contracciones rítmicas.

    • Las paredes vaginales y los músculos del suelo pélvico se contraen rítmicamente a intervalos de unos 0,8 segundos.
    • Los esfínteres del recto se contraen igualmente en sincronía con las contracciones genitales. El útero se contrae como consecuencia de la liberación de oxitocina.
    • Estas contracciones producen oleadas de placer; en el caso de algunas mujeres el orgasmo va acompañado por la eyaculación de pequeñas cantidades de un fluido alcalino y claro.

    El número de contracciones orgásmicas puede oscilar entre las tres y las quince por término medio, si bien Masters y Johnson estudiaron el caso de una mujer que experimentaba orgasmos de 43 segundos, con más de 25 contracciones sucesivas. Igualmente se ha observado que las mujeres embarazadas experimentan a veces orgasmos más prolongados, como consecuencia de la acumulación persistente de fluido sanguíneo en sus genitales.

    Aunque no se trata de una regla exacta, las mujeres suelen experimentar durante el orgasmo entre 6 y 10 contracciones, mientras que los hombres sólo tienen entre 4 y 6. Una vez más, esto nos hace recordar la afirmación de Masters y Johnson según la cual la mujer “tiene una capacidad para la respuesta sexual infinitamente más grande que la que cualquier hombre pudiera soñar”.

    El orgasmo, que se origina en la región genital, se extiende a menudo por todo el cuerpo. Es muy distinto en cada mujer, tanto que los estudiosos del sexo hablan a menudo de una sensación única que definen como “huella dactilar orgasmica”.

    La novela de Norman Rush, Mortals, contiene un extraordinario pasaje en el que el personaje principal relata cómo describe el orgasmo su mujer o, según palabras de ésta, “lo que se siente cuando una se pone muy caliente”:

    Al principio sientes que no eres más que una gota de aceite sobre un mantel blanco, nada más que una pequeña gota de aceite; y de repente empiezas a extenderte en todas las direcciones y te conviertes en una mancha; la gota se expande y se convierte en una mancha luminosa que abarca todo el universo, y el proceso de expansión forma parte de ello.

    ACTO TERCERO. DESENLACE: EL REGRESO AL EQUILIBRIO

    Tras el orgasmo el juego concluye con un regreso a la calma al estado previo a la excitación. Los hombres y las mujeres difieren de un modo muy llamativo en esta fase; ellos pierden rápidamente la erección y pasan a lo que se conoce como periodo refractario, es decir, el intervalo necesario antes de que sea posible tener una nueva erección.

    Los genitales de las mujeres tardan mucho más en recuperar su estado normal; entre 5 y 10 minutos. Las mujeres no suelen quedarse dormidas, sus genitales no se vuelven hipersensibles (a excepción del glande); y no pasan por un periodo refractario, sino que les basta con una mínima estimulación para hallarse en condiciones de repetir el proceso desde el principio.

    La diferencia con la que hombres y mujeres experimentan el momento posterior al orgasmo explica que las mujeres necesiten más interacción, mientras que los hombres se dan la vuelta y se quedan dormidos. Si bien se ha escrito mucho sobre la “insensibilidad” masculina y la “necesidad” femenina en este sentido, considero más eficaz comprender que esta diferencia tiene una base biológica (los hombres se derrumban inmediatamente después del orgasmo, mientras que las mujeres se recuperan más despacio), de ahí que no sea conveniente enzarzarse en análisis ni enfadarse o montar una escena; hombre y mujer deben respetar y aceptar sus mutuas diferencias. Puedes quedarte dormido, pero abrazado a ella.

    En resumen, en estos tres actos se condensa la narrativa del proceso de excitación. Aunque esta estructura sea universal, cada historia particular es única y distinta, se desarrolla tiene mucho que ver con el carácter de sus protagonistas. A veces, tendrá lugar en el lapso de unos minutos; otras, durará horas. En la Poética se dice claramente que la única regla es que la acción fluya “de manera ininterrumpida” y tenga lugar en un plazo de veinticuatro horas. Tal y como señalaba Aristóteles, “pues la belleza del todo depende no sólo de la ordenada disposición de las partes que lo componen, sino también de la magnitud de las mismas”.

  • 15 Perfume y sensibilidad

    El cunnilingus, quizá más que cualquier otra expresión sexual, es víctima del síndrome del “sí, pero”. SI porque parece ser que tanto los hombres como las mujeres afirman disfrutar tanto dándolo como recibiéndolo, PERO no sin ciertas reservas. Según señalaba el Informe Hite sobre sexualidad masculina, casi la mitad de los hombres que declaraban disfrutar con el cunnilingus se mostraban no obstante preocupados por cuestiones de limpieza e higiene, preocupaciones estrechamente asociadas a comentarios sobre el mal olor de los genitales femeninos. Un pequeño porcentaje de los hombres no compartía estas preocupaciones y un grupo de aficionados, más reducido aún, se declaraba encantado con el sabor y el olor. Pero los entusiastas son minoría.

    Raro es el hombre que comparte el inquebrantable ardor con que Napoleón saboreaba la cassolette de una mujer (término con el que en francés se designa tanto un frasco de perfume como el peculiar aroma femenino, en términos coloquiales; la peculiar suma de sus efluvios, su signatura en términos aromáticos) y disfruta sin prejuicio alguno de la poderosa carga de las feromonas.

    “¡No te laves. Voy para casa!» (Napoleón a Josefina, a su regreso a París desde el frente de batalla).

    Pero ¿qué pasa con las mujeres que bien por el bombardeo de los mensajes mediáticos que subrayan la importancia del frescor “femenino”, bien por el hartazgo de oír bromas sobre el olor a «pescado», bien por el simple desconocimiento de sus propios genitales comparten estas preocupaciones y perciben su cuerpo con temor, vergüenza o incluso disgusto? Porque el cunnilingus, que elimina las distancias provoca una intimidad máxima, suele ser el detonante de la ansiedad.

    Tanto jaleo y alboroto por cuestiones higiénicas cuando los genitales femeninos son un sistema dotado de un mecanismo de autolimpieza mucho más eficaz que el de otras partes del cuerpo, incluida la boca. Una de las razones por las que las mujeres suelen estar lubricadas aunque no estén excitadas es que estas secreciones forman parte del mecanismo natural de la vagina para mantenerse libre de bacterias. De acuerdo con la escritora científica Natalie Angier: “La vagina es un ecosistema autónomo, una tierra de olvidada simbiosis y contundente vigor. Claro que tradicionalmente se ha presentado la vagina como «una ciénaga», pero sería mucho más exacto considerarla una charca de agua marina: húmeda y estable, aunque sometida a un flujo perpetuo”.

    En el corazón de este ecosistema se realiza un complejo proceso de simbiosis, consistente en que las bacterias sanas protegen el territorio y destruyen a las nocivas. Alguna vez se ha dicho que los genitales femeninos son limpios como un yogur, porque las bacterias que se encuentran en el yogur, los lactobacilos, también están presentes en las secreciones vaginales. Lo cierto es que incluso cuando la simbiosis no se produce correctamente y las bacterias nocivas ganan la batalla, comer yogur puede servir en muchos casos para conjurar una infección y restablecer el equilibrio.

    Cuando se observa mal olor en los genitales femeninos hay que pensar en la higiene personal. Las mujeres sudan en esa zona, igual que los hombres, de manera que una ducha, un baño o un rápido lavado de las axilas y la región genital pueden bastar para librarse de olores no deseados. En la Segunda parte veremos cómo introducir un elemento erótico en las prácticas higiénicas e incorporarlas en el proceso de excitación.

    Ahora bien, cuando el mal olor persiste a pesar de la higiene, puede ser necesario consultar a un médico: podría ser indicio de infección, de una vaginitis bacteriana, donde la falta de lactobacilos produce un desequilibrio y permite la acumulación de bacterias nocivas. Según Natalie Angier es en este caso cuando la comparación con el pescado resulta pertinente, pues este tipo de microbios producen trimetilamina, la misma sustancia del pescado cuando deja de estar fresco.

    Cabe la posibilidad de que Gertrude Stein se equivocara: una rosa es una rosa no siempre es una rosa. Algunas mujeres presentan una predisposición congénita hacia la vaginitis el mal olor, que puede subsanarse con tratamientos antibióticos, además de comiendo yogur.

    Una pregunta sobre el olor

    Pregunta: Tras cinco años de monogamia y entrega total durante nuestros años de universitarios y los posteriores, mi novia y yo decidimos romper para conocer a otras personas. Antes de la ruptura yo nunca había tenido problemas con su olor genital; para ser sincero, ni siquiera lo había notado. El caso es que volvimos al cabo de siete meses y noté que olía de un modo distinto… más ácido. Con el tiempo recuperó su olor normal. ¿Qué había pasado? ¿Es posible que tuviera una infección?

    Respuesta: Según Natalie Angier, una mujer puede contraer vaginitis (una infección que afecta a su olor) si practica el sexo sin protección. El esperma es un fluido altamente alcalino, mucho más que cualquier otro fluido corporal, que eleva los niveles de pH vaginales y permite brevemente que las bacterias nocivas prosperen.

    Lo normal es que el cuerpo recupere rápidamente sus niveles normales, sobre todo cuando el esperma es familiar, es decir, cuando la pareja es monógama. Sin embargo, cuando una mujer practica el sexo sin protección con distintas parejas, el cuerpo puede no ser capaz de recuperar el equilibrio tan deprisa, acaso por factores inmunológicos.

    En cierto sentido, el olor puede ser un indicio de promiscuidad, de ahí que en el Kamasutra se diga que las mujeres de vida licenciosa huelen a pescado.

    Cada mujer tiene su propio olor y su propio sabor. Unas pueden ser más dulces, otras más acres y otras neutras. Las diferencias pueden ser tanto sutiles como marcadas, y tampoco una misma mujer tiene siempre el mismo olor o el mismo sabor. Son muchos los factores que pueden influir en este sentido: dieta, falta de vitaminas, medicación, el ciclo menstrual (las secreciones vaginales de algunas mujeres contienen compuestos llamados cadenas de ácido alifático, que pueden producir variaciones en el olor en distintos momentos del ciclo), infección, hidratación, alcohol, drogas o tabaco. La práctica del sexo sin protección también puede influir en el olor de la mujer, puesto que el esperma es altamente alcalino y eleva el nivel de pH del ecosistema vaginal.

    Cuando el sabor, el olor o la higiene son motivo de preocupación conviene vigilar la ansiedad producida por un exceso de feromonas. La actividad de las feromonas es contagiosa, aunque no vírica. Hay que recordar que una vagina sana es una vagina limpia y no debemos permitir que la ansiedad desencadene un círculo vicioso sino utilizar esta energía nerviosa y transformarla en entusiasmo. Disfruta y saborea su cassolette, pues bien merece un brindis.

    Lo cierto es que la idea de comparar a la mujer con el vino no es desacertada, pues la acidez de una vagina sana es casi igual a la de un vaso de vino tinto. Esa es la vagina que canta, la vagina con buqué… (Natalie Angier).

    ¡Salud!

  • 16 Hemos recorrido un largo camino

    La práctica del sexo oral en general y del cunnilingus en particular ha recorrido en Estados Unidos un largo camino.

    En los años veinte se pensaba que el sexo oral (conocido también como “beso genital”) estaba mejor limitado al lecho conyugal y se consideraba un gesto especial, una expresión de intimidad añadida, si bien no se veía como algo habitual en la práctica sexual de una pareja. No era en absoluto frecuente y tendía a interpretarse como algo que ocurría sólo después de que pareja llevara ya algún tiempo comprometida en una relación sexual.

    Tanto peor para los “locos años veinte”, que en este aspecto concreto parece que fueron bastante aburridos.

    Se observa un ligero cambio de actitud en los años cuarenta y cincuenta, cuando los estudios revelan que la práctica del sexo oral comienza a ser más frecuente y mejor conocida como técnica para complacer a las mujeres. Pese a todo, el Informe Kinsey de 1953 refiere que sólo el 3% de las mujeres más jóvenes y aún vírgenes afirman haber recibido un cunnilingus, índice que se elevaba sustancialmente en el caso de las mujeres casadas.

    Con la revolución sexual de los sesenta y los setenta el sexo oral se convierte en una práctica aceptable para “todas” las parejas, estén o no casadas, y cobra especial popularidad en los ambientes universitarios, por lo que quizá los autores de Sex in America: A Definitive Survey todavía afirman que: “El número de mujeres que ha recibido u ofrecido sexo oral se eleva al doble en el caso de las que tienen estudios universitarios, quienes declaran haber recibido u ofrecido sexo oral en su último encuentro sexual”.

    Si bien para los hombres la práctica del sexo oral alcanza sus niveles máximos y se estabiliza en los años sesenta, las mujeres no se equiparan hasta el final del siglo, según revela el constante incremento anual de las estadísticas. El cunnilingus se considera hoy un elemento fundamental del proceso de excitación sexual, pues las mujeres se sienten más seguras en su sexualidad y cuentan con conocimientos suficientes para insistir en un quid pro quo, en dar en consonancia con lo que reciben. “El cambio más esencial observado en los hábitos sexuales tanto en hombres como en mujeres es el incremento y la frecuencia de la felación y el cunnilingus” (Sex in America).

    Mujeres de toda condición, conservadoras y liberales por igual, disfrutan con el cunnilingus. Los autores de Sex in America Survey (1994) (que se basaron en el Estudio sobre Salud Nacional y Vida Social) agrupaban a los participantes en tres categorías, según sus costumbres sexuales: tradicionalistas, relacionalistas y recreativistas.

    Los tradicionalistas eran aquellos cuya conducta sexual estaba “siempre” guiada por sus creencias religiosas y quienes consideraban la homosexualidad como algo negativo; también defendían la limitación del aborto y condenaban el sexo prematrimonial, el sexo entre adolescentes o las re las relaciones sexuales fuera del matrimonio.

    Los relacionalistas afirmaban que el sexo no debía limitarse al matrimonio, pero sí lo entendían como parte de una relación amorosa. Aprobaban las relaciones prematrimoniales, aunque condenaban la infidelidad y el sexo sin amor.

    Los recreativistas, por último, no consideraban que el sexo tuviera nada que ver con el amor y se mostraban contrarios a las leyes que prohibían la venta de pornografía

    Sobre la base de estas tres categorías, el 83,6% de las mujeres con actitudes recreativistas había practicado el sexo oral durante el último año, seguidas por un 73,9% de relacionalistas y un 55,9% de tradicionalistas.

    Si atendemos a la variante de la edad, el 74,7% de las mujeres de edades comprendidas entre dieciocho y veinticuatro años recibía sexo oral, frente al 73,7% de las mujeres de entre treinta y treinta y cuatro años. Tanto los hombres como las mujeres de entre dieciocho y treinta y nueve años se mostraban más proclives a incluir el cunnilingus en su vida sexual, y entre un 22,3% y un 24,2% afirmaba haberlo practicado en su última experiencia sexual. El porcentaje caía hasta el 12,6% en el caso de las mujeres de edades comprendidas entre los cuarenta y los cuarenta y cuatro años. Todo parece indicar que los jóvenes no sólo practican más el cunnilingus sino que también se inician antes en esta práctica.

    En su libro Women on Top, publicado en 1991, Nancy Friday declaraba: “Las mujeres han alcanzado al fin la mayoría de edad, y ahora que lo han descubierto, todo les sabe a poco”.

    Parece ser que a los hombres les sucede lo mismo. Felizmente, esta adopción del cunnilingus como práctica habitual de la actividad sexual no responde sólo al hecho de que las mujeres jóvenes tengan mayor confianza y reclamen la igualdad en el terreno de juego, sino que denota también un cambio en la actitud de los hombres.

    A medida que los hombres se muestran más sensibles al orgasmo femenino y reconocen la infalibilidad de la estimulación genital en este sentido, el cunnilingus se incorpora progresivamente a su repertorio de técnicas sexuales. En 1997 la revista Glamour publicaba un artículo titulado “Buenas noticias sobre tu vida sexual”, en el que se decía: “Son mayoría los hombres que afirman practicar el sexo oral”; y numerosos estudios avalan que el sexo oral resulta muy atractivo para los hombres.

    Si piensas que parece demasiado bueno para ser verdad estás en lo cierto…

  • 17 …pero actúa con precaución

    Cuando el cunnilingus se ofrece o se recibe sin tomar precauciones, en un entorno poco seguro o sin la debida protección, existe un alto riesgo de transmitir y/o contraer distintas enfermedades de transmisión sexual, entre las que figuran el sida, la gonorrea, la sífilis, el herpes genital, la clamidia, las verrugas genitales o la hepatitis. Los hombres deben pensar además en la uretritis no gonocócica, mientras que a las mujeres debe preocuparles la inflamación pélvica. La gonorrea, la sífilis, la clamidia, la uretritis no gonocócica y la inflamación pélvica son causadas por transmisión bacteriana y pueden tratarse con antibióticos si se detectan a tiempo; las demás son enfermedades víricas, para las cuales no hay remedio, aunque pueden tratarse los síntomas en determinados casos. Estas enfermedades de transmisión sexual son altamente contagiosas y pueden transmitirse de la vulva a la boca y viceversa.

    El sida es la que acapara la máxima atención en la actualidad, aunque, según Sex in America Survey, “las personas con mayor tendencia a contraer enfermedades de transmisión sexual no coinciden con el grupo de riesgo de contraer el sida, sino que constituyen un grupo numéricamente perior”.

    No quiere esto decir que no exista riesgo de contraer o transmitir el sida mediante el cunnilingus. Se han detectado pequeñas cantidades de VIH en las secreciones vaginales de mujeres seropositivas (estos niveles aumentan durante la menstruación), y los hombres seropositivos también pueden transmitir el sida por pequeñas heridas en la boca.

    No obstante, la práctica del cunnilingus sin precaución entraña mayores niveles de riesgo y amplía el abanico de enfermedades de transmisión sexual. Una sexta parte de los entrevistados en la NSHLS refiere haber contraído una enfermedad de transmisión sexual en algún momento de su vida, y es significativo el porcentaje que afirma haberla padecido en el curso del año anterior. «Para tener una mejor perspectiva de las cifras, baste decir que el índice de encuestados que afirmaron haber tenido una enfermedad venérea en el curso del año anterior es casi igual a la tasa de embarazos» (Sex in America Survey).

    De estas cifras se desprende que las mujeres son más proclives a padecer alguna enfermedad venérea en algún momento de la vida, hasta el punto de casi duplicar los índices masculinos en el caso de verrugas genitales y superándolos en dos veces en cuanto al riesgo de padecer un herpes genital. Un 18% de las mujeres y un 16% de los hombres habían contraído una de las nueve enfermedades venéreas incluidas en el estudio, con la clamidia y las verrugas genitales en primer lugar, desplazando de este puesto a la gonorrea como afección más común. Los autores del estudio señalan que el incremento de la tasa de enfermedades venéreas en las mujeres no es en modo alguno un indicador de mayor promiscuidad sino fruto de que «un hombre tiene el doble de posibilidades de contagiar a una mujer cualquier tipo de enfermedad de transmisión sexual, incluido el sida, de las que la mujer tiene de contagiar al hombre«.

    Por fortuna es posible diferenciar las actitudes y las prácticas que aumentan la probabilidad de contraer una enfermedad venérea. “Si bien comprobamos que un gran número de estadounidenses han padecido una enfermedad de transmisión sexual al menos una vez en la vida, el origen de ésta no es en modo alguno aleatorio… Las personas con mayor riesgo de infectarse comparten una misma característica: tienen muchas parejas sexuales”.

    Cuando un hombre tiene entre dos y cuatro parejas sexuales a lo largo de su vida sus posibilidades de contraer una enfermedad venérea se elevan un 3%, y el riesgo se incrementa en proporción al número de parejas. Con más de 20 parejas el riesgo se sitúa en torno al 28%. Lo mismo sucede con las mujeres, en cuyo caso el abanico de porcentajes abarca del 5 al 35%.

    Así las cosas, a nadie debería sorprender que cuantas más parejas haya tenido una persona, cuanto más se haya alejado de una relación monógama, y si además su pareja presenta una pauta de promiscuidad similar, mayor será para ella el riesgo de contraer una enfermedad venérea.

    Parece ser que la promiscuidad desencadena un efecto dominó en cuanto a los comportamientos de riesgo: «Cuantas más parejas tenga una persona, más posibilidades tendrá de mantener relaciones sexuales con individuos que a su vez han tenido numerosas parejas y de tener contacto sexual con personas casi desconocidas o de mantener encuentros sexuales bajo los efectos del alcohol o las drogas; y aunque se utilice condón, los índices estadísticos en cuanto al uso de éste no parecen lo suficientemente altos para eliminar el elevado riesgo de infección» (Sex in America Survey).

    Ahora ya conocemos los datos.

  • 18 Comamos bien

    Si bien el cunnilingus puede ser una práctica común, eso no significa que deba abordarse con descuido. Asegúrate de integrarlo en tu rutina sexual, sin olvidar la cautela. Comunícate con sinceridad y espontaneidad cuando inicies una nueva relación. Muéstrate dispuesto a comentar cuántas parejas sexuales tienes en ese momento, cómo es tu sexualidad, habla de los comportamientos de riesgo, comunica si padeces alguna enfermedad venérea, relata cómo han sido tus últimos contactos y toma las precauciones necesarias. No olvides que algunas enfermedades de transmisión sexual son asintomáticas y pueden pasar desapercibidas; antes de dejarte llevar por la emoción del momento, piensa que no debes practicar el cunnilingus sin protección. Ningún acto, por pequeño que sea, está exento de riesgo, por grande que sea la recompensa.

    Si tienes dudas o estás nervioso, no te arriesgues; no merece la pena. Ahora bien, si no quieres renunciar por completo al sexo oral, toma precauciones como el uso de barreras o diques dentales (una fina lámina de látex que se coloca sobre la vulva mientras se practica el cunnilingus), guantes de látex o dedales (capuchas de plástico como las que se usan en los restaurantes para protegerse de los cortes). Este tipo de accesorios para practicar el sexo de forma segura suelen encontrarse en las farmacias, aunque también pueden solicitarse por catálogo a establecimientos especializados. En un momento de apuro incluso puede bastar con un poco de film transparente, siempre que no sea apto para microondas, pues éste no es impermeable a las bacterias.

    Si este tipo de protecciones te resultan incómodos, no pierdas de vista lo que obtendrás a cambio: podrás practicar un sexo oral de primera y sin riesgos. Un poco más adelante detallaremos las técnicas y rutinas para incorporar estos artículos en el proceso sin restarle un ápice de pasión. 

    Lo primero es conocer la protección necesaria y luego aprender a usarla.

    El condón suele estar a mano durante la actividad sexual, y cualquiera de los miembros de la pareja puede colocarlo. Sin embargo, mientras que el condón goza de una aceptación generalizada y su uso va en aumento, no ocurre lo mismo con los diques dentales y el resto de los accesorios que garantizan un cunnilingus sin riesgos. Y mientras que el uso del condón es un procedimiento estándar, y en estos tiempos que corren uno no se lo piensa dos veces, el uso de los elementos mencionados resulta llamativo y puede percibirse como señal de riesgo, aun cuando se trata precisamente de lo contrario, es decir, de una precaución.

    Tal vez sea porque los condones sirven al doble propósito de prevenir tanto la enfermedad venérea como un embarazo no deseado, mientras que los diques dentales sólo previenen la enfermedad. Seguro que no hay muchos hombres que lleven durante años un dique dental en la cartera hasta que se presenta la oportunidad de usarlo, ni tampoco muchas mujeres que insistan en su utilización.

    «Lo cierto es que a las mujeres no les gusta que utilices un dique dental, porque disfrutan menos. Si quieres usarlo tienes que convencerlas». NICK, 27 AÑOS

    Sin embargo, por más que hablemos de protección y precaución, no hay nada que pueda sustituir a la libre fusión de los cuerpos. Como la unión de dos cables de distinta carga eléctrica para crear un único flujo de energía, tu lengua en su vulva es la suma de miles de terminaciones nerviosas, un incendio neuronal, un zumbido de receptores, la definitiva fusión de cuerpo y alma en rítmica cadencia. Este tipo de experiencias gozosas se viven en última instancia en una relación de compromiso y confianza. En palabras de Sally Tisdale:

    “En lo más profundo de la pasión sexual, la piel del otro cobra la cualidad de un tesoro y las prosaicas secreciones de nuestro cuerpo se convierten en miel, en maná, en luz. Es terrible verse privado del fluido del otro; nuestros fluidos están destinados a mezclarse, por eso anhelamos esa mezcla tan vergonzante y pura al mismo tiempo.”

    Para practicar el sexo sin riesgos no olvides lo que decía el doctor Comfort en The New Joy of Sex: “No hay lugar para el pánico o el fracaso en el goce sexual, sólo información y cautela”.

  • 19 El Manifiesto Cunnilingüista

    «De cada uno según sus capacidades, a cada uno según sus necesidades» Manifiesto Comunista

    «A ella según tus capacidades, de ti según sus necesidades”. Manifiesto Cunnilingüista

    No hay nada como las palabras rotundas para despertar el corazón y el espíritu de los hombres. Ahora que nos acercamos a la Segunda parte, en la que nos centraremos en una serie de técnicas orales específicas, conviene que pensemos en la Primera parte como en un Manifiesto, una llamada a la acción que nos urge ante todo y sobre todo a:

    • Respetar el proceso de excitación femenina.
    • Posponer nuestra gratificación en aras del placer mutuo.
    • Conocer y apreciar el clítoris en todos sus aspectos.
    • Estimular el clítoris adecuadamente a lo largo de todo el proceso de respuesta sexual.
    • Prescindir de la visión tradicional que exalta la penetración genital como el culmen del placer sexual.
    • Liberarse de estereotipos, prejuicios y clichés.
    • Ser pacientes, respetuosos, sensibles y tiernos.
    • Enfocar la actividad hacia el placer en lugar de hacia el objetivo.
    • Abordar cada acción como un proceso único para dar y recibir, para descubrir y aprender.
    • Entregarse con seriedad, generosidad y entusiasmo, aun cuando se trate de una de una relación casual y no duradera.

    Claro que es mucho más fácil decirlo que hacerlo. Incluso Karl Marx reconocía que para transformar las palabras en hechos era necesario contar con unas sólidas condiciones objetivas. La revolución cunnilingüista no puede subestimar las insidiosas fuerzas del miedo, la vergüenza y la ignorancia.

    Recibir el cunnilingus puede ser fuente de ansiedad y de profundos conflictos para algunas mujeres. ¿Quién conoce a ciencia cierta su bagaje emocional? No debemos dar nada por sentado. El cunnilingus implica una profunda desnudez, una vulnerabilidad que hemos de respetar y honrar. Ella se expone a ser vista, olida, saboreada y observada por completo; permite la exploración de una parte de su cuerpo que aun para ella puede ser desconocida y misteriosa. Puede pensar que su vulva es fea, impura, imprevisible en sus secreciones, rara o maloliente. Puede insistir en hacer el amor a oscuras, tanto en sentido literal como en sentido figurado.

    Un buen cunnilingüista debe mostrarse comprometido, seguro y confiado. Si ella percibe la menor ambivalencia, impaciencia o falta de sinceridad, nuestros esfuerzos serán en vano. Sólo la confianza permitirá que la mujer se adentre en esa zona de su ser más profunda e instintiva, en ese lugar donde puede renunciar a toda inhibición y rendirse a dulzura, la humedad y la calidez de la lengua.

    Para ello deben darse las tres garantías del Manifiesto Cunnilingüista:

    • Estimular su vulva te excita; lo disfrutas tanto como ella.
    • No hay prisa; ella dispone de todo el tiempo del mundo y tú deseas saborear cada momento.
    • Su aroma es erótico y su sabor intenso: todo emana de una misma y hermosa esencia.