El cunnilingus, quizá más que cualquier otra expresión sexual, es víctima del síndrome del “sí, pero”. SI porque parece ser que tanto los hombres como las mujeres afirman disfrutar tanto dándolo como recibiéndolo, PERO no sin ciertas reservas. Según señalaba el Informe Hite sobre sexualidad masculina, casi la mitad de los hombres que declaraban disfrutar con el cunnilingus se mostraban no obstante preocupados por cuestiones de limpieza e higiene, preocupaciones estrechamente asociadas a comentarios sobre el mal olor de los genitales femeninos. Un pequeño porcentaje de los hombres no compartía estas preocupaciones y un grupo de aficionados, más reducido aún, se declaraba encantado con el sabor y el olor. Pero los entusiastas son minoría.
Raro es el hombre que comparte el inquebrantable ardor con que Napoleón saboreaba la cassolette de una mujer (término con el que en francés se designa tanto un frasco de perfume como el peculiar aroma femenino, en términos coloquiales; la peculiar suma de sus efluvios, su signatura en términos aromáticos) y disfruta sin prejuicio alguno de la poderosa carga de las feromonas.
“¡No te laves. Voy para casa!» (Napoleón a Josefina, a su regreso a París desde el frente de batalla).
Pero ¿qué pasa con las mujeres que bien por el bombardeo de los mensajes mediáticos que subrayan la importancia del frescor “femenino”, bien por el hartazgo de oír bromas sobre el olor a «pescado», bien por el simple desconocimiento de sus propios genitales comparten estas preocupaciones y perciben su cuerpo con temor, vergüenza o incluso disgusto? Porque el cunnilingus, que elimina las distancias provoca una intimidad máxima, suele ser el detonante de la ansiedad.
Tanto jaleo y alboroto por cuestiones higiénicas cuando los genitales femeninos son un sistema dotado de un mecanismo de autolimpieza mucho más eficaz que el de otras partes del cuerpo, incluida la boca. Una de las razones por las que las mujeres suelen estar lubricadas aunque no estén excitadas es que estas secreciones forman parte del mecanismo natural de la vagina para mantenerse libre de bacterias. De acuerdo con la escritora científica Natalie Angier: “La vagina es un ecosistema autónomo, una tierra de olvidada simbiosis y contundente vigor. Claro que tradicionalmente se ha presentado la vagina como «una ciénaga», pero sería mucho más exacto considerarla una charca de agua marina: húmeda y estable, aunque sometida a un flujo perpetuo”.
En el corazón de este ecosistema se realiza un complejo proceso de simbiosis, consistente en que las bacterias sanas protegen el territorio y destruyen a las nocivas. Alguna vez se ha dicho que los genitales femeninos son limpios como un yogur, porque las bacterias que se encuentran en el yogur, los lactobacilos, también están presentes en las secreciones vaginales. Lo cierto es que incluso cuando la simbiosis no se produce correctamente y las bacterias nocivas ganan la batalla, comer yogur puede servir en muchos casos para conjurar una infección y restablecer el equilibrio.
Cuando se observa mal olor en los genitales femeninos hay que pensar en la higiene personal. Las mujeres sudan en esa zona, igual que los hombres, de manera que una ducha, un baño o un rápido lavado de las axilas y la región genital pueden bastar para librarse de olores no deseados. En la Segunda parte veremos cómo introducir un elemento erótico en las prácticas higiénicas e incorporarlas en el proceso de excitación.
Ahora bien, cuando el mal olor persiste a pesar de la higiene, puede ser necesario consultar a un médico: podría ser indicio de infección, de una vaginitis bacteriana, donde la falta de lactobacilos produce un desequilibrio y permite la acumulación de bacterias nocivas. Según Natalie Angier es en este caso cuando la comparación con el pescado resulta pertinente, pues este tipo de microbios producen trimetilamina, la misma sustancia del pescado cuando deja de estar fresco.
Cabe la posibilidad de que Gertrude Stein se equivocara: una rosa es una rosa no siempre es una rosa. Algunas mujeres presentan una predisposición congénita hacia la vaginitis el mal olor, que puede subsanarse con tratamientos antibióticos, además de comiendo yogur.
Una pregunta sobre el olor
Pregunta: Tras cinco años de monogamia y entrega total durante nuestros años de universitarios y los posteriores, mi novia y yo decidimos romper para conocer a otras personas. Antes de la ruptura yo nunca había tenido problemas con su olor genital; para ser sincero, ni siquiera lo había notado. El caso es que volvimos al cabo de siete meses y noté que olía de un modo distinto… más ácido. Con el tiempo recuperó su olor normal. ¿Qué había pasado? ¿Es posible que tuviera una infección?
Respuesta: Según Natalie Angier, una mujer puede contraer vaginitis (una infección que afecta a su olor) si practica el sexo sin protección. El esperma es un fluido altamente alcalino, mucho más que cualquier otro fluido corporal, que eleva los niveles de pH vaginales y permite brevemente que las bacterias nocivas prosperen.
Lo normal es que el cuerpo recupere rápidamente sus niveles normales, sobre todo cuando el esperma es familiar, es decir, cuando la pareja es monógama. Sin embargo, cuando una mujer practica el sexo sin protección con distintas parejas, el cuerpo puede no ser capaz de recuperar el equilibrio tan deprisa, acaso por factores inmunológicos.
En cierto sentido, el olor puede ser un indicio de promiscuidad, de ahí que en el Kamasutra se diga que las mujeres de vida licenciosa huelen a pescado.
Cada mujer tiene su propio olor y su propio sabor. Unas pueden ser más dulces, otras más acres y otras neutras. Las diferencias pueden ser tanto sutiles como marcadas, y tampoco una misma mujer tiene siempre el mismo olor o el mismo sabor. Son muchos los factores que pueden influir en este sentido: dieta, falta de vitaminas, medicación, el ciclo menstrual (las secreciones vaginales de algunas mujeres contienen compuestos llamados cadenas de ácido alifático, que pueden producir variaciones en el olor en distintos momentos del ciclo), infección, hidratación, alcohol, drogas o tabaco. La práctica del sexo sin protección también puede influir en el olor de la mujer, puesto que el esperma es altamente alcalino y eleva el nivel de pH del ecosistema vaginal.
Cuando el sabor, el olor o la higiene son motivo de preocupación conviene vigilar la ansiedad producida por un exceso de feromonas. La actividad de las feromonas es contagiosa, aunque no vírica. Hay que recordar que una vagina sana es una vagina limpia y no debemos permitir que la ansiedad desencadene un círculo vicioso sino utilizar esta energía nerviosa y transformarla en entusiasmo. Disfruta y saborea su cassolette, pues bien merece un brindis.
Lo cierto es que la idea de comparar a la mujer con el vino no es desacertada, pues la acidez de una vagina sana es casi igual a la de un vaso de vino tinto. Esa es la vagina que canta, la vagina con buqué… (Natalie Angier).
¡Salud!