17 …pero actúa con precaución

Cuando el cunnilingus se ofrece o se recibe sin tomar precauciones, en un entorno poco seguro o sin la debida protección, existe un alto riesgo de transmitir y/o contraer distintas enfermedades de transmisión sexual, entre las que figuran el sida, la gonorrea, la sífilis, el herpes genital, la clamidia, las verrugas genitales o la hepatitis. Los hombres deben pensar además en la uretritis no gonocócica, mientras que a las mujeres debe preocuparles la inflamación pélvica. La gonorrea, la sífilis, la clamidia, la uretritis no gonocócica y la inflamación pélvica son causadas por transmisión bacteriana y pueden tratarse con antibióticos si se detectan a tiempo; las demás son enfermedades víricas, para las cuales no hay remedio, aunque pueden tratarse los síntomas en determinados casos. Estas enfermedades de transmisión sexual son altamente contagiosas y pueden transmitirse de la vulva a la boca y viceversa.

El sida es la que acapara la máxima atención en la actualidad, aunque, según Sex in America Survey, “las personas con mayor tendencia a contraer enfermedades de transmisión sexual no coinciden con el grupo de riesgo de contraer el sida, sino que constituyen un grupo numéricamente perior”.

No quiere esto decir que no exista riesgo de contraer o transmitir el sida mediante el cunnilingus. Se han detectado pequeñas cantidades de VIH en las secreciones vaginales de mujeres seropositivas (estos niveles aumentan durante la menstruación), y los hombres seropositivos también pueden transmitir el sida por pequeñas heridas en la boca.

No obstante, la práctica del cunnilingus sin precaución entraña mayores niveles de riesgo y amplía el abanico de enfermedades de transmisión sexual. Una sexta parte de los entrevistados en la NSHLS refiere haber contraído una enfermedad de transmisión sexual en algún momento de su vida, y es significativo el porcentaje que afirma haberla padecido en el curso del año anterior. «Para tener una mejor perspectiva de las cifras, baste decir que el índice de encuestados que afirmaron haber tenido una enfermedad venérea en el curso del año anterior es casi igual a la tasa de embarazos» (Sex in America Survey).

De estas cifras se desprende que las mujeres son más proclives a padecer alguna enfermedad venérea en algún momento de la vida, hasta el punto de casi duplicar los índices masculinos en el caso de verrugas genitales y superándolos en dos veces en cuanto al riesgo de padecer un herpes genital. Un 18% de las mujeres y un 16% de los hombres habían contraído una de las nueve enfermedades venéreas incluidas en el estudio, con la clamidia y las verrugas genitales en primer lugar, desplazando de este puesto a la gonorrea como afección más común. Los autores del estudio señalan que el incremento de la tasa de enfermedades venéreas en las mujeres no es en modo alguno un indicador de mayor promiscuidad sino fruto de que «un hombre tiene el doble de posibilidades de contagiar a una mujer cualquier tipo de enfermedad de transmisión sexual, incluido el sida, de las que la mujer tiene de contagiar al hombre«.

Por fortuna es posible diferenciar las actitudes y las prácticas que aumentan la probabilidad de contraer una enfermedad venérea. “Si bien comprobamos que un gran número de estadounidenses han padecido una enfermedad de transmisión sexual al menos una vez en la vida, el origen de ésta no es en modo alguno aleatorio… Las personas con mayor riesgo de infectarse comparten una misma característica: tienen muchas parejas sexuales”.

Cuando un hombre tiene entre dos y cuatro parejas sexuales a lo largo de su vida sus posibilidades de contraer una enfermedad venérea se elevan un 3%, y el riesgo se incrementa en proporción al número de parejas. Con más de 20 parejas el riesgo se sitúa en torno al 28%. Lo mismo sucede con las mujeres, en cuyo caso el abanico de porcentajes abarca del 5 al 35%.

Así las cosas, a nadie debería sorprender que cuantas más parejas haya tenido una persona, cuanto más se haya alejado de una relación monógama, y si además su pareja presenta una pauta de promiscuidad similar, mayor será para ella el riesgo de contraer una enfermedad venérea.

Parece ser que la promiscuidad desencadena un efecto dominó en cuanto a los comportamientos de riesgo: «Cuantas más parejas tenga una persona, más posibilidades tendrá de mantener relaciones sexuales con individuos que a su vez han tenido numerosas parejas y de tener contacto sexual con personas casi desconocidas o de mantener encuentros sexuales bajo los efectos del alcohol o las drogas; y aunque se utilice condón, los índices estadísticos en cuanto al uso de éste no parecen lo suficientemente altos para eliminar el elevado riesgo de infección» (Sex in America Survey).

Ahora ya conocemos los datos.