44 No olvides el epílogo

Todas las grandes obras dramáticas culminan en un clímax para regresar al orden, restablecer el equilibrio y concluir la acción. A veces se trata de una escena muy breve, de un solo instante, de una breve cabalgada hacia el crepúsculo; sea como fuere, sentimos por un momento una calma y un bienestar absolutos, experimentamos la reconfortante sensación de que todo está en armonía con el mundo. Cuando esto sucede, la experiencia casi ha concluido.

Una buena sesión de sexo, oral o genital, no es diferente. Una vez pasado el alboroto y el desenfreno del clímax, una vez culminados nuestros respectivos orgasmos, necesitamos un momento de calma, un periodo de descanso, poner los pies en la tierra. Lisa y llanamente: una vez que todo está dicho y hecho, no te des la vuelta ni te levantes enseguida y vayas a la nevera. Que los dos hayáis tenido vuestra ración completa de orgasmos no significa que el juego haya terminado. Igual que dedicaste al menos quince minutos a los prolegómenos, crea ahora otro espacio de juego consciente. Que no te venza la modorra. Sigue abrazado a ella, bésala, acaríciala o simplemente habla. Lo importante es no perder la conexión. El momento del “después” no es para darse la vuelta y ponerse a dormir o saltar de la cama para hacer una llamada “importante”.

El pionero sexólogo Theodore Van de Velde decía que “es en el momento posterior al orgasmo cuando un hombre demuestra ser o no un adulto eróticamente civilizado”.

No eches a perder una interpretación tan brillante. Quince minutos de mimos, caricias y susurros son la clave de la grandeza, el camino del éxito sexual, mientras que el que «llega» y se marcha no va a ninguna parte.

No desprecies este momento. Concéntrate y permanece conectado. Cabalgad los dos juntos hacia el crepúsculo. Y preparaos para un nuevo amanecer…