26 Sincronizar el ritmo

CONTACTO Y RETIRADA

Tu primer beso hará que ella sienta ganas de recibir más. Es el momento de demostrarle que estás dispuesto a ofrecérselo. Es la hora de seguir o de parar, en realidad de seguir “y” parar, como enseguida veremos; un momento decisivo en el que muchos hombres cometen el error de esprintar para alcanzar la línea de meta, en lugar de adoptar el ritmo adecuado para correr el maratón.

El cunnilingus es cuestión de equilibrio entre el movimiento y la quietud, de contrapunto entre la acción y la reacción. Para ello, la presión de la lengua plana e inmóvil primero suave y después firme sobre la vulva resultará ser una de tus más poderosas herramientas.

Asegúrate de que el intervalo entre lametón y lametón es lo suficientemente largo para que cada una resuene plenamente. Como si la estuvieras llamando dentro de un túnel o de una cueva, espera hasta que el eco se haya extinguido por completo antes de volver a gritar su nombre. Más tarde, cuando se acerque al clímax, acción y reacción se solaparán hasta volverse casi indistinguibles; pero aún falta mucho para eso.

  • Siente tu lengua en su vulva. Deja que vuestras respectivas terminaciones nerviosas se fundan en un abrazo. Observa y siente cómo tu lengua se funde con su vulva, y luego…
  • Rompe el contacto. Aleja completamente la lengua de la vulva un segundo y nota cómo tiembla su pelvis, cómo se estremece casi imperceptiblemente al perder el contacto con tu lengua. Luego…
  • Vuelve a establecer contacto. Lámela muy despacio de arriba abajo, como si fuera el primer beso, y frota el glande del clítoris con la lengua plana.
  • Vuelve a dejar que la lengua descanse sobre la vulva; no presiones demasiado y no favorezcas a ninguna zona en particular.

Es el contacto y la retirada entre la lengua y la vulva lo que hace que la tensión sexual crezca y termine por liberarse en el orgasmo.

CONSTRUYE UNA BASE SÓLIDA

  • Deja fluir el ritmo: lametones largos y lentos, lengua quieta y plana; lametones largos y lentos, lengua quieta y plana. Cada serie de movimientos completa debe durar unos diez segundos: cinco para lamer y cinco para abarcar toda la vulva con la lengua.
  • Repite la secuencia por espacio de tres minutos, o entre quince y veinte series completas.

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En la punta de la lengua: a medida que te vayas familiarizando con la rutina, ayúdate de la mano para elevar el monte de Venus en cada lametón (de este modo la antesala de la vagina se contrae y los labios se acercan), y suéltala cuando dejes descansar la lengua sobre la vulva.

MUÉSTRATE SEDUCTOR

  • Olvídate del glande, por el momento.
  • Varía el ritmo, aplicando lametones breves y entrecortados, desde abajo hasta la mitad de la vagina, evitando por completo el glande.
  • Concéntrate en la estimulación de los labios menores. De este modo se evita la sobreexcitación del glande (recuerda que es muy sensible). Juega con él; anímalo a que salga poco a poco de su capucha variando el ritmo de la lengua: lame la zona rápida y repetidamente, apenas rozándola, y luego con mayor intensidad y lametones entrecortados, perdiendo el contacto con el glande.

Ya has alertado al glande de una variación rítmica, privándole de la atención a la que estaba habituado. El glande querrá entonces salir al encuentro de tu lengua.

ASFÍXIALA DE AMOR

Cuando el glande se atreve a salir de su capucha en busca de la lengua que se le ha estado negando, ofrécesela sin reservas. Asfíxiala con ella. Presiona con la punta de la lengua sobre el glande. Lame el glande por espacio de cinco segundos como si quisieras bañarla como una ola. Siente cómo se estremece de placer.

La punta de la lengua: para que esta práctica resulte aún más satisfactoria, realízala con sus piernas en el aire. Sujetala firmemente por los muslos y levántale las piernas hasta que sólo las nalgas se apoyen sobre la cama. Lame la vulva suavemente y con cuidado y observa cómo tensa las piernas y la pelvis al empujar contra tus manos. Empujar contra un punto de resistencia es fundamental para desarrollar una buena hipertonicidad, la tensión muscular que favorece la respuesta sexual y la liberación del orgasmo.

Lametón literario número uno

Shakespeare escribió sus obras de teatro para ser interpretadas y no hay mejor público para su poesía que la vulva. El gran bardo no sólo nos inspira sino que nos enseña a usar la lengua rítmicamente.

La mayoría de las obras de Shakespeare están escritas en verso, concretamente en pentámetros yámbicos. “Yámbico” significa que el acento recae sobre la segunda sílaba de la palabra, mientras que “pentá- metro” es el verso de cinco “pies” o uniones de dos sílabas, que dan un total de diez sílabas por verso.

El ritmo del pentámetro yámbico es muy sencillo: da-dum, da-dum, da-dum, da-dum, da-dum.

Piensa en el ritmo como si se tratara de un verso de Shakespeare: “¿A un día de verano habré de compararte?”.

Al traducir poesía, no siempre es posible reproducir la forma métrica del texto original. Esta dificultad se agrava cuanto mayor sea la diferencia entre las lenguas. En este caso, el pentámetro se convierte en heptasílabo, opción que, sin ser la única posible, permite conservar el ritmo del verso original sin violentar la natu- raleza del castellano [N. de la T.].

Ya estás preparado para que tu lengua ocupe el centro del escenario. Puedes coger de la estantería un libro de Shakespeare, quitarle el polvo y memorizar unos cuantos versos para aprender a estimular el clítoris con la lengua a ritmo yámbico. No te quepa duda de que tu actuación merecerá una clamorosa ovación.

PRUEBA SUERTE

  • Vuelve a lamer entrecortadamente. Comienza con una serie de cinco.
  • Baña una vez más el glande con la punta de la lengua. Cada vez que termines una serie completa, aumenta el número de lametones rápidos, hasta un total de diez.

Esta rutina crea una pauta rítmica y aumenta la tensión sexual de un modo casi infalible, y sobre todo hace que el glande del clítoris se acostumbre a la estimulación oral.

REPASEMOS

  1. En este capítulo hemos visto la importancia de marcar el ritmo y construir una base sólida, y de contenerse en los momentos de mayor fogosidad.
  2. Después del primer beso, pasa la lengua por la antesala de la vagina de arriba abajo y luego déjala descansar sobre la vulva. Repite la operación de quince a veinte veces.
  3. Ofrece a continuación cinco lametones entrecortados, centrándote en los labios y sin acercarte al glande. Al sexto lametón, concluye el movimiento y presiona la cabeza del clítoris con la punta de la lengua.
  4. Repite el proceso aumentando el número de lametones hasta llegar a diez.
  5. Sírvete de esta técnica para marcar el ritmo y acostumbrar al glande del clítoris a recibir las atenciones de tu lengua.