07 ¿Qué hay en un nombre?

Reconozcámoslo. La mayoría de los hombres identifican con más facilidad lo que hay debajo del capó de un coche que lo que hay bajo el capuchón del clítoris. Esta “confusión genital” se produce porque determinadas partes del clítoris están ocultas a simple vista. Si bien los genitales de ambos sexos están formados por el mismo tejido embrionario y se desarrollan de un modo análogo durante la gestación, el pene crece hacia fuera, mientras que buena parte del clítoris crece hacia dentro.

Oliver Wendell Holmes hizo la interesante observación de que los genitales femeninos eran iguales que los del hombre, sólo que vueltos hacia dentro. No obstante, la ciencia moderna nos enseña que el hombre es una modificación de la mujer que tiene lugar durante el primer trimestre del embarazo; de manera que, en todo caso, los genitales masculinos son una imagen especular de los femeninos, y no a la inversa.

VULVA O VAGINA: HE AHÍ LA CUESTIÓN

Las zonas visibles de los genitales femeninos se corresponden con la vulva, y no con lo que común y erróneamente se llama vagina. La vagina tiende a ser el único término con el que designamos “todo lo que está ahí abajo”, pero la entrada de la vagina, conocida también como introito o antesala vaginal, es tan sólo una parte de la impresionante extensión de la vulva y desde luego no la principal en términos de estimulación y excitación sexual.

El término vagina deriva etimológicamente de un vocablo latino con el que se designa “la vaina o funda de una espada”, lo que sin duda refuerza su relación con el pene y su dependencia de la penetración en un sentido más amplio, y quizá aluda también al proceso reproductivo, pero ciertamente no al proceso de placer.

¿Qué hay en un nombre? Según Shakespeare, “que lo que llamamos rosa olería igual de dulce aunque lo llamáramos de otra manera”. Pero el lenguaje de la ciencia nada tiene que ver con el del amor; “cunnilingus”, “vulva”, “introito vaginal”… tal vez no sean los términos que nos vienen a la cabeza en el calor del momento, y sin embargo son los correctos, por su precisión científica y descriptiva. Conocer la terminología es un excelente punto de partida para que comprendamos claramente el proceso de respuesta sexual y desarrollemos en última instancia un léxico erótico único y fiel al espíritu de nuestra particular relación.

En Monólogos de la vagina, la autora y activista Eve Ensler describía su proceso mental con respecto a la palabra “vagina”, tanto en el título como en el conjunto de la obra:

“Lo llamo así porque todavía no hemos encontrado un término más abarcador para describir tanto la región en su conjunto como cada una de sus partes. Tal vez fuera mejor llamarlo “conejito”, pero tiene demasiadas connotaciones. Además, no estoy segura de que la mayoría tenga una idea clara de lo que quiere decir “conejito”. “Vulva” es un buen término, más específico, aunque tampoco estoy segura de que todo el mundo tenga claro qué incluye la vulva”

Ensler tiene razón: el término “vulva” es mucho más específico y abarcador, sobre todo para describir las zonas visibles del clítoris. Aunque la vagina tiene una función muy activa en el proceso reproductor, se sitúa en un plano secundario con respecto al clítoris en la producción de placer; el uso del término vagina favorece el desconocimiento de la anatomía femenina aún más que el genérico y popular “ahí abajo”.

Vulva es lo correcto, en aras de la exactitud, y conviene que nos familiaricemos con el término. En la cama cada cual puede llamarlo como quiera, pero la misión de este libro es ofrecer un conocimiento exacto.

[DIBUJO Visión externa de la vulva]