Numerosos estudios han demostrado que las mujeres que reciben de sus amantes una estimulación directa del clítoris alcanzan el orgasmo en mayor número de ocasiones. Sucede que la mayoría de las posturas sexuales (especialmente la del misionero) no producen una estimulación adecuada del clítoris. Ésta fue la conclusión de Shere Hite: “El sexo se ha revelado eficaz para el orgasmo masculino, pero ineficaz para el femenino”.
Si quisieras pintar un paisaje delicado y sutil, una acuarela, ¿usarías un pincel suave y flexible o un rodillo? El orgasmo femenino es complicado y a veces esquivo, y muchos hombres son incapaces de controlar el pene con la precisión necesaria para excitar a la mujer. Hacer el amor con el pene es como intentar dibujar una caligrafía con un marcador fluorescente.
Los autores de Sex: A Man’s Guide llegan a esta conclusión: “Una de las principales revelaciones de la encuesta realizada por la revista Men’s Health fue el elevado número de hombres que afirmaba que el sexo oral es el mejor modo de hacer que las mujeres toquen el cielo con las manos. Se repetía hasta la saciedad que «el sexo oral es la única manera de que mi mujer llegue siempre al orgasmo» o «cuando un hombre sabe proporcionar buen sexo oral, la mujer siempre alcanza el orgasmo».
La lengua, sin embargo, podemos controlarla perfectamente, sin límite de tiempo, y manejarla con la precisión de un experto. A diferencia del pene, la lengua resulta eficaz tanto si está dura como si está blanda, y nunca se calienta en exceso. El hombre no necesita preocuparse por el cansancio cuando usa la lengua, ni angustiarse por la eyaculación precoz o la impotencia. Puede relajarse y disfrutar del acto de dar.
La lengua, un conjunto de músculos y nervios ligados por una membrana cubierta por miles de papilas gustativas, es el órgano sexual más versátil. Se trata del único músculo del cuerpo que no está sujeto por los dos extremos. Con la lengua tocamos, saboreamos y lamemos. Es el instrumento que nos permite hablar cualquier idioma, principalmente el del amor.
Pero contar con el instrumento adecuado no es más que el principio: hay que aprender a usarlo. Muchas mujeres se quejan de las técnicas orales de los hombres: la falta de ritmo y consistencia en la presión, la brusquedad o el ímpetu con que el hombre se acerca al clítoris. Tal como afirmaban Strunk White en Elementos de estilo: “No hay que exagerar; una sola exageración resta valor al conjunto”.
Por desgracia, también son muchas las mujeres que se quejan de la actitud de los hombres hacia el cunnilingus: remilgada o vacilante, excesivamente ansiosa, impaciente y hasta agresiva. Y muchos no son capaces de terminar lo que empiezan. En el Informe Hite sobre sexualidad femenina, la autora observa que “si bien la mayoría de los hombres disfrutan con el cunnilingus, sólo una minoría lo prolonga hasta que la mujer alcanza el orgasmo”.
El cunnilingus es para la mayor parte de los hombres sólo un aspecto de los preliminares, un aperitivo que se sirve antes del plato principal: la penetración. Sin embargo, Paula Kamen nos dice que “según un estudio sexual realizado entre mujeres con conocimientos y experiencia, que utilizan un vibrador, el tipo de estimulación que por lo general o casi siempre produce el orgasmo es el sexo oral”.
Tal vez sería preferible buscar un término que sustituya al de “calentamiento” para clasificar y apreciar debidamente la importancia del cunnilingus. Necesitamos una categoría más global y más amplia. Kamen cita un artículo aparecido en Mademoiselle en 1996 en el que la autora, Valerie Frankel, emplea el término “estimulación externa” para describir las importantes prácticas no genitales que por lo general quedan excluidas de los prolegómenos: “Las mujeres de los noventa no somos virgencitas remilgadas. Hemos practicado muchas veces la penetración y pensamos que la estimulación externa es superior con diferencia”.
Categorías al margen, necesitamos comprender que el cunnilingus es un proceso completo que genera en la mujer una amplia gama de respuestas sexuales. En la Segunda parte de este libro hablaremos del cunnilingus como “nudo argumental”, como clave del “proceso lúdico”, y englobaremos en el calentamiento todas las actividades previas al primer “beso genital”.
Ofrecer un buen cunnilingus exige un conocimiento previo de las técnicas (leer un libro como éste y practicar individualmente), para luego aplicarlas como es debido, con atención, paciencia y amor; y exige ante todo respetar, compartir y participar plenamente del acto de intimidad erótica.
“El pene está muy mal situado, anatómicamente hablando, para llevar a la mujer hasta el orgasmo. Más vale que los hombres dejen en paz al pene, se olviden de esas terminaciones nerviosas inmaduras y aprendan a “orgasmear» con la lengua” (Tisdale).
Suena raro, pero lo cierto es que podemos orgasmear con la lengua. No es que la lengua sea un sustituto del pene; en todo caso, es un complemento, una prolongación, algo que lo enriquece. Los hombres suelen decir en broma que tienen dos cabezas, la grande y la pequeña, y cuentan cómo las dos se pelean entre sí. Cuando el cunnilingus se practica con entrega y confianza podemos adentrarnos en un territorio donde ambas cabezas se funden en un proceso de excitación sincronizado con el de la mujer. Te fundes contigo mismo y con ella.