Se ha hablado mucho de las diferencias entre el orgasmo clitorídeo, el orgasmo del punto G y el orgasmo mixto y vaginal. El orgasmo clitorídeo tiende a ser tachado de rápido y superficial, mientras se atribuye a los otros orgasmos más sustancia y seriedad. Sin embargo, un rápido estudio anatómico pone de manifiesto que todos los orgasmos son clitorídeos. El clítoris es el epicentro sexual femenino, una poderosa central orgásmica en la que ninguna sensación pasa inadvertida. Natalie Angier se refiere al archifamoso punto G, la zona de tejido suave situada justo en la antesala de la vagina, en los siguientes términos: “Las raíces del clítoris son muy profundas y es fácil que se activen con el contacto interior. Dicho de otro modo, el punto G tal vez no sea más que el extremo posterior del clítoris”.
En cuanto al orgasmo vaginal y los gemidos de placer que a menudo acompañan a la penetración, lamento pinchar la burbuja de la ilusión, caballeros: aunque nos gusta pensar que esa sensación de éxtasis casi doloroso surge de las profundidades de la vagina y es resultado de nuestras formidables embestidas, en realidad es producida por “la presión en las zonas del clítoris que rodean la antesala vaginal”, lo que la autora Rebecca Chalker denomina “el puño del clítoris”. Cuando esta zona altamente sensible es estimulada y se llena de sangre, se forma en la antesala de la vagina un arco en forma de herradura que al friccionar y presionar al pene se convierte en el eje de la estimulación del orgasmo masculino. De manera que, en cierto sentido, tanto el orgasmo femenino como el masculino dependen del clítoris.
Para los que duden, como santo Tomás, para los que no sean capaces de superar su apego vaginal, pensemos que una de cada cinco mil mujeres padece una disfunción congénita llamada agénesis vaginal, que consiste en nacer literalmente sin vagina, pese a que el desarrollo de los genitales externos, incluidos los labios mayores y menores, sea completamente normal. Mientras que estas mujeres no suelen ser capaces de quedar embarazadas sin cirugía o tratamientos específicos, sí son capaces de experimentar placer sexual y alcanzar el orgasmo, pues aunque carecen de vagina, su clítoris funciona perfectamente. Lástima que no pueda decirse lo mismo de las mujeres que han sido sometidas a la brutal práctica de ablación del clítoris. Esta dolorosa mutilación, análoga de la circuncisión masculina, sigue practicándose en algunas culturas, y las mujeres que son sometidas a ella quedan desfiguradas, traumatizadas y privadas de toda posibilidad de disfrute sexual.
Los ejemplos anteriores demuestran que aunque nos empeñemos en aferrarnos a la idea de que los orgasmos vaginales y los orgasmos del punto G son experiencias plenas en sí mismas, el clítoris es sin lugar a dudas el resorte o catalizador de la respuesta sexual. Mientras que es posible tener un orgasmo sin intervención de la vagina, es casi imposible tener un orgasmo en la vagina o en el punto G sin intervención del clítoris.
Así pues, cuando nos referimos a los distintos tipos de orgasmo femenino, podemos simplificar las cosas recurriendo a la “navaja de Ockham”, el principio metodológico acuñado por el filósofo medieval Guillermo de Ockham, que constituye el núcleo de toda teoría científica: Entia non sunt multiplicanda necessitatem (“No especulemos más de lo estrictamente necesario”).
Cuando especulamos sobre la naturaleza de cualquier fenómeno (como el orgasmo femenino), este principio filosófico nos invita a desechar todo concepto, variable o creencia innecesaria para la explicación del fenómeno en cuestión. De este modo reducimos inconsistencias, ambigüedades y redundancias, además de la posibilidad de error.
No hay por tanto necesidad de enzarzarse con la semántica para hablar del orgasmo. El clítoris los engloba a todos. Más vale usar la lengua para producir orgasmos que para perder el tiempo nombrándolos.